jueves, 28 de agosto de 2008

Cómo volverse inolvidable

Ser ignorado u olvidado por alguien que nos importa es una de las sensaciones más desafortunadas y tristes que una persona puede padecer. Y ni siquiera el consuelo gramatical de que quien te ignora automáticamente se convierte en “ignorante” puede atenuarlo.

Por el contrario, no pasar desapercibido y perdurar en el pensar y sentir más allá del propio tiempo (ahora que lo pienso un poco mejor, “inolvidable” puede suponer la posibilidad de querer ser olvidado a pesar de uno) es quizás la gran quimera que todos, en mayor o menor medida, perseguimos o deseamos en algún lugar recóndito o no tanto de nuestros adentros.

Ahora bien: dicen que lo que vale cuesta, y por algo es. Bueno, claro, esto puede resultar cierto para una gran mayoría, pero no para los lectores de “Qué blogudo!!!” quienes, a partir de hoy, tendrán la llave para abrir la puerta de la memorabilidad, limpiarse los pies de la intrascendencia en el felpudo de la mediocridad, y entrar en la casa de la realización personal para vaciar la heladera de la indiferencia, hacerle el amor a la hija del anonimato y acabar en el busto de la plaza barrial.

Alguien en cierta ocasión se preguntó si la memoria popular guardaba registro de la segunda persona que llegó a América (infiriendo que Colón fue la primera) o quién fue el segundo hombre en posar su pie sobre la superficie lunar. Esta reflexión, que a priori puede resultar irrelevante o urológicamente externa, tiene su razón de ser, y es que para resultar memorable lo importante es llegar antes (y no voy a tolerar burlonas e inmaduras alusiones sexuales al respecto porque estamos tratando un tema sensible que demanda cierta seriedad). Sí, el secreto de la memorabilidad se reduce a ese simple hecho de ser primero. De colonizar el territorio inédito, inestrenado, inexplorado, inaudito, inescrutado; el que nunca ha sido vencido por el descubrimiento del ojo. Es decir, invisto.

Si no, basta con citar el primer beso. El primer amor. El primer día de clases. El primer trabajo. El primer ministro. Todos, a su manera y tiempo, han dejado huella, hecho mella y aportado rima a esta oración.

Por ello, como conclusión obvia, el primer secreto que se desprende de esto es el anticiparse a la conquista del ser deseado -quien nos proporcionará la tan ansiada memorabilidad-, antes de que otro lo haga. Es decir, asegurarse de ser el primero en desembarcar en la vida sentimental de la persona en la cual deseamos perpetuarnos. La pregunta que se impone entonces es “¿cómo se puede saber cuando uno es el primero?”. Por suerte la respuesta no se hace esperar (aunque esto no la convierta en “fácil”, “rápida” o, directamente "trola"): hay que observar a la juventud que siempre tiene algo para enseñarnos. Y con esto no me refiero a que los jóvenes tienen cosas de las cuales podemos aprender, sino que hay que ir a la salida de los colegios a mirar a las chicas que nos enseñan sus piernas.

Seguramente no faltará quien, horrorizado por las líneas precedentes, levante su dedo acusador para señalar una incitación o apología de la pedofilia o el abuso de menores. Lejos está nuestro espíritu de eso: algo en extremo lógico, seguramente porque el avistaje de colegialas nada tiene que ver con el espíritu.

Hecha esta salvedad -y continuando con el tema que nos convoca- lo que sigue es relativamente simple (es decir, absolutamente complicado): una vez que nos hemos procurado la joven víctima, para alcanzar el éxito basta con machacarle dos conceptos: “Todo tiempo pasado fue mejor” y “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Este accionar, si está bien implementado, dará sus generosos frutos ya que, pase lo que pase, y por buenos que resulten los amantes que nos sucedan, en el futuro no sólo siempre seremos el pasado más anterior (incluso a los sucesivos pasados que se vayan dando), sino que, aunque seamos el peor de todos ellos, seremos preferibles. Añorables. Inimitables. Un amor que es cada vez más grande y nunca decae, gracias al Viagra de la melancolía y la bomba de vacío de la añoranza.

sábado, 16 de agosto de 2008

Septiembre, quizás?

(click sobre las imágenes para ampliar)





El final de esta apasionante historia (y 71 cuentos más) está(n) en...




Muy pronto (espero)...


Los que lo reserven por mail a la dirección de acá abajo, van a tener algún tipo de beneficio (que todavía no sé bien cuál es, pero seguro será algo mejor que una dedicatoria):

  • 36edicion@gmail.com


  • martes, 12 de agosto de 2008

    Hazlo tú mismo (2da. entrega). Hoy: taller de stand-up.

    A pesar de las reiteradas denuncias de plagio, “Qué blogudo” no se deja amedrentar y continúa compartiendo con sus lectores –cual Utilísima blogger- recursos e ideas para facilitarles fuentes de ingreso alternativas a partir de prácticas planillas de “multiple choice” que versan sobre las más variadas disciplinas.

    Hoy es el turno del stand-up: una forma teatral muy en boga en nuestros días, y que cuenta con una demanda sumamente importante, lo que le asegura al lector que el esfuerzo empleado en armarse un número siguiendo esta guía no será en vano.

    Importancia del stand-up en la cultura teatral contemporánea:
    Ante todo es fundamental saber que el stand-up, en algunos aspectos, es al teatro lo que el punk a la música, ya que parte de la premisa de que cualquier persona tiene la potencialidad de subir a un escenario y hacer su show si se lo propone. Este precepto -que muchos han interpretado quizás demasiado literalmente- lo ha vuelto tan pero tan popular, que en muchas reparticiones públicas, entre los datos filiatorios a completar en los diferentes formularios, el campo “domicilio laboral” se encuentra reemplazado por el ítem: “Teatro en el que hace stand-up”.

    Cómo empezar:
    Aunque no es requisito indispensable para una buena rutina, uno de los lugares más comunes y humorísticamente redituables del comediante de stand-up (aunque del humor en general) es el despliegue de la cualidad de “perdedor”. Algo que, en boca de alguien como Sebastián Wainraich (un pionero en este estilo), suena tan lógico y creíble como que un multimillonario como Lennon cante “Imagine no posessions”. Sin embargo, estas aparentes contradicciones no han de desanimar al aspirante a Seinfeld sino todo lo contrario, ya que inferimos que el lector promedio de este blog no es Wainraich y menos aún Lennon.

    Retomando el hilo, decíamos que quizás esta tendencia al loserismo se deba a que varias de las escuelas de stand-up más importantes de Argentina se nutran del mismo libro de texto: “Stand-up comedy: The book”, de Judy Carter, donde se recomienda, para alcanzar el sueño del número propio, elaborar material a partir de los propios miedos, defectos o particularidades socioculturales.

    Si bien hasta este punto el lector desprevenido podría inferir que tengo mis reservas con respecto a esta corriente, para desmentirlo me permitiré citar una frase que solía decir mi bisabuelo: “Si dos personas te dicen que estás borracho, andá a dormir” (una poco ortodoxa adaptación del más común “Millones de moscas no pueden estar equivocadas”). Por eso, como yo soy una persona respetuosa de la sabiduría ancestral, no tengo la intención de matar a la gallina de los huevos de oro, sino por el contrario, contribuir a ella con el armado de un pequeño monólogo con el que cualquiera podrá tener su número de perdedor con tan sólo elegir alguna de las opciones propuestas…

    “Buenas noches. Gracias a los presentes por acompañarme en esta función. Realmente no esperaba que viniera nadie. Es que soy un tipo tan pusilánime que…

    a) no tengo amigos ni en Facebook.
    b) ni los evangelistas llaman a mi puerta.
    c) en los semáforos nadie se acerca a limpiar mi parabrisas.


    Sí, tengo miserias difíciles de confesar, como que...


    a) me echaron del Rotary por aburrido.
    b) me masturbo escuchando discos de Kenny G.
    c) simulo citas inexistentes en los shoppings sólo para estar cerca de las chicas que atienden en “informes”.


    La gente me evita tanto, que cuando necesito hablar con alguien

    a) llamo por teléfono al número que da la hora.
    b) me tomo un taxi.
    c) voy a la iglesia y confieso pecados inverosímiles para sacarle charla al cura.


    Ni hablar de mi relación con las mujeres...

    a) para poder hablar con alguna de vez en cuando empecé a trabajar en un call center.
    b) como soy tan pusilánime, mi novia me presentó a alguien para poder engañarme con mi mejor amigo...
    c) la última vez que vi una mujer desnuda fue en el National Geographic.


    ¿Será que me cuesta tanto porque...

    a) uso de perfume Glade “I love you”?
    b) de la emoción me cuesta controlar esfínteres cuando hago el amor?
    c) sólo tengo erecciones cuando viajo en colectivo en el asiento que está sobre la rueda?


    Varias veces pensé en suicidarme dejando abierto el gas de la cocina, pero…

    a) tengo miedo de morirme y que mi familia ni se dé cuenta.
    b) me da miedo la cuenta que puede llegar a venir.
    c) no quiero perderme el próximo libro de Ari Paluch.


    Gracias, muchas gracias por venir… Buenas noches y hasta la próxima.”

    sábado, 9 de agosto de 2008

    No seas ratón

    ¿Qué sucede cuando a un chico se le cae un diente? Sí, está bien, pero yo me refería a otra cosa además de que le queda un agujero que le hace una cara de pelotudo bárbara. Exacto: viene el Ratón Pérez y, a cambio del diente, le deja una pequeña retribución en dinero. Bah, pequeña si lo tomamos como un caso aislado, porque si consideramos que en el mundo hay aproximadamente 600 millones de niños de entre 5 y 9 años, podríamos decir que el presupuesto que maneja el Ratón Pérez es de, en promedio, 1800 millones de dólares por año (a razón de un Euro por diente y sin contar los gastos de traslado), lo que alcanza para comprar seis veces la Coca-Cola Company de Brasil, o pagar cash el 30% de la deuda externa de un país como Suiza.
    Evidentemente, el Ratón Pérez no es sólo un ratoncito inocente, sino la cara de una corporación más que poderosa no solamente en lo económico, sino también en lo que a logística se refiere.
    ¿Y cuál es el objeto de la revelación de este aparente delirio? Pues bien, ni más ni menos que el de echar un vistazo a otros ratones que no han gozado de la misma prensa que Pérez (a pesar de tener una importancia similar o mayor), quizás por cuestiones de marketing o, en algunos casos, pudor.

    El Ratón Gómez:
    Cierto día por la mañana, después de una salida nocturna, Claudia (40 y pico años, divorciada) termina su sesión de gym y luego de darse una ducha para ir al trabajo se mira al espejo tratando de descifrar la razón por la cual cada vez tiene menos éxito con los hombres. A primera vista no nota nada raro –todavía es una mujer atractiva-, hasta que repentinamente se percata de dos pequeñas pilas de billetes que reposan dobladas a la mitad entre la canilla y las llaves de agua. Al principio se niega por completo a siquiera considerar la posibilidad de que eso sea lo que algunas de sus amigas le han comentado, pero después de escrutarse más detenidamente confirma lo inexorable: se le han caído las tetas. Entonces cuenta el dinero que el Ratón Gómez le ha dejado, y evalúa las dos opciones posibles: comprar con él un corpiño push-up, o sacar un crédito personal por el monto que le falta para hacerse las lolas.

    El Ratón López:
    Antonio es un tipo elegante, viril y exitoso. Tiene un trabajo bien remunerado y una familia de la cual se siente orgulloso. Sin embargo, una noche, luego de una larga jornada laboral y mientras baja por el ascensor de la compañía, nota que sobre el piso yace una pequeña cajita forrada en felpa. Lenta y cuidadosamente se agacha para levantarla y se encuentra con que dentro de la misma hay un Krugerrand. Como Antonio es un tipo honesto, ya está pensando la forma de encontrar a su legítimo dueño para devolvérsela. Pero al incorporarse algo lo detiene: y es lo que puede ver a través de uno de los espejos que recubren las paredes del ascensor; una incipiente calvicie, que lo ha hecho acreedor de una visita del tan mentado Ratón López. Entonces Antonio piensa, como es un hombre preocupado por su imagen, que quizás con ese dinero pueda costearse un tratamiento para recuperar el pelo que se le ha caído.

    El Ratón Ortiz:
    Finalmente, y después de algunas vacilaciones, Claudia se inclinó por los implantes de siliconas, los cuales luce orgullosa –a través de un generoso escote- a toda hora y en cualquier época del año, sin importar la temperatura que marque el termómetro. Su felicidad por haber recuperado el éxito de antaño entre la población masculina es casi tan grande como volumen que ocupa la suma del perímetro de ambos pechos. Eso hizo que, de la noche a la mañana, Claudia se convirtiera, casi mágicamente, en una mujer absolutamente desprejuiciada y despreocupada.
    Hasta esa noche fatídica en la cual, antes de una salida similar a la que relatáramos en primera instancia (ver Ratón Gómez), Claudia descubre una pequeña cantidad de billetes similares a los encontrados en esa primera ocasión. Aún incrédula, se deshace del corpiño que lleva más por recurso de seducción que por necesidad, y chequea que su busto se mantenga tan desafiante a las leyes de gravedad como siempre. Efectuada dicha comprobación, Claudia se dispone a retomar sus preparativos, ya que en cinco minutos la pasará a buscar Andrea, a quien no ve desde hace más de un año, época hasta la cual ambas compartían largas charlas en... ¡El gimnasio!
    Entonces Claudia lo comprende todo y, a punto de estallar en llanto, comprueba que la ofrenda efectivamente pertenece al Ratón Ortiz, ya que se le ha caído el culo.

    El Ratón Fernández:
    La vida de Antonio sigue marchando tan bien como hasta hace un tiempo. Incluso el momento lo encuentra con cierto orgullo por su apariencia, después del implante capilar que le ha devuelto gran parte de su tupida cabellera. Sin embargo, el cruel reloj biológico no detiene su marcha y, como en el famoso bolero, sigue marcando las horas. Esto lógicamente le asesta duros golpes a la autoestima lo cual, para intentar revertir dicha sensación de malestar, lo lleva a flirtear con señoritas mucho más jóvenes que él, tan sólo para comprobar que no ha perdido un ápice de su virilidad y capacidad de seducción, incluso en competencia frente a adversarios de menor edad y mejor estado físico.
    Fue así que cierto jueves, en el horario de lo que se suele llamar “after office”, y luego de degustar una exquisita selección de cervezas irlandesas en un pub cercano a su oficina, se le presenta la oportunidad de compartir un momento de mayor intimidad con esa mujer tan atractiva que lo ha estado observando fijamente desde que entró al bar. Por eso no resulta extraño que, luego de unos sugestivos flirteos, ambos decidan ir a un hotel alojamiento donde, luego de prodigarse algunos arrumacos, todas las condiciones estén dadas para que se dé la tan deseada consumación.
    Pero para sorpresa de Antonio, una vez que se ha despojado de sus ropas, la voluptuosa mujer decide repentinamente emprender la retirada, no sin antes hacerle entrega de un billete de 50 dólares y una tarjetita. Luego de la sorpresa y desazón inicial que lo invaden, revisa el texto de la nota en el que lee: “Para la próxima traé Viagra”, la cual está firmada "Ratoncita Fernández". Entonces comprende que a su edad la ingesta de tanta cerveza no hizo más que precipitar (valga la redundancia) el hecho de que se le cayera algo más que la autoestima.

    El Ratón González (no confundir con Speedy González):
    Aunque trabajan a tan sólo algunas manzanas de distancia y almuerzan en el mismo restaurant, Claudia y Antonio no se conocen. Eso no impide que, por una de esas circunstancias del destino, coincidan en la fila de una repartición pública. Es el turno de Antonio que, si bien anda escaso de tiempo, tiene un gesto de caballerosidad para con Claudia (“¡Qué tetas! Sí, son operadas, ¿pero qué me importa?” piensa Antonio) y le cede su lugar. Pero grande es la sorpresa de ambos cuando los empleados, llenos de algarabía y euforia, en vez de disponerse a atenderlos, celebran el repentino hallazgo de un fajo de billetes, el cual está siendo repartido en partes iguales. Por eso, aunque no saben de dónde vino el dinero, ni les importa saber que fue un regalo del Ratón González, porque se les cayó el sistema. ¿"Sistema" dije? Entonces en vez del Ratón González es González Mouse.

    viernes, 1 de agosto de 2008

    Hazlo tú mismo, pana... Hoy: taller de reggaetón

    Salvo raras excepciones, todos queremos ser millonarios. El problema es que es difícil encontrar la forma de lograrlo. Pero tengo buenas noticias para los afortunados y selectos lectores de este blog: hoy, en exclusiva, pongo a su disposición el primer taller de composición de reggaetón; algo que, sin duda, los convertirá en millonarios de la noche a la mañana. De nada, para eso estamos. (Bueno, no, "de nada" no... si te hacés millonario, más vale que me pases al menos un diez...)

    Primera parte: la música.
    Sin dudas la parte más fácil de todas, porque ya está hecha. Todos los reggaetones tienen el mismo ritmo y cadencia, por lo que nuestro camino hacia la riqueza está allanado y pavimentado. Sólo falta pagar el peaje...

    Segunda parte: la letra.
    Acá la cosa se pone más compleja porque hay que trabajar un poco, pero tampoco es como para desesperarse, ya que en el reggaetón la "temática" se repite tanto como el bombo que marca el ritmo. Por eso, lo único que restaría es escribir algo con palabras inventadas que sugieran partes sensuales del cuerpo (culemba, por ejemplo). Y si rima, mejor. Aunque en este caso, ni siquiera hay que esforzarse tanto, porque todo lo que tenés que hacer para tener tu propio hit de reggaetón es llenar los espacios en blanco con alguna de las opciones propuestas...

    Vamo´ preciosa
    a mover el ...……… (auto/pulengo/vientre/canembo)
    vamo´ bombón,
    a bailar el reggaetón

    Toda la sanda
    baila la fanda
    bajando la danda
    y revoleando la ...……… (tanda/baranda/bufanda/Nueva Zelanda)

    Mira cómo te fatigas
    tú y también tus amigas
    con ese movimiento tan sensual
    tu pirengo ...……… (fumiga/intriga/espiga/sándwich de miga)
    bajando hasta el fondo profundo bien hondo
    te saludan los morenos del lejano (Congo/diptongo/rezongo/porongo)

    Mujer con esas formas
    tú los vuelves locos
    y mientras te miran ...……… (calembear/cocinar/depilar)
    se agarran el ...……… (coco/meningococo/sofoco)

    Mueve la falda mami,
    como si fuera ...……… (salami/Crash Test Dummie/Kiarostami/Davis Jr., Sammy)

    Este es el reggaetón de la lobotomía
    de los que tenemo´mielda en la cabeza
    y por cerebro una cereza.
    Lo bailamo en toós láos…
    moviendo el calembo con ...……… (cerveza/crudeza/extrañeza) .

    Sacude la maremba, pá que miren lo´ cornudo´
    tú estás más sabrosa que un buen ...……… (embudo/engrudo/jamón crudo)
    con ese movimiento
    tú deja´ a todo boquiabierto´
    desde lo´...……… (agalludo/agudo/ancudo/barbudo/barrigudo/bigotudo/bocudo/boyudo/cabelludo/cabezudo/cachazudo/cachetudo/cachudo/campanudo/capilludo/caprichudo/carnudo/carrilludo/cebolludo/cejudo/cerdudo/ceñudo/chaparrudo/cogotudo/conchudo/concienzudo/costilludo/crestudo/crudo/dentudo/desnudo/dientudo/escamudoespaldudo/espinudo)
    hasta lo´ ...………
    (felpudo/filudo/forcejudo/forzudo/ganchudo/hocicudo/hollejudo/huesudo/jetudo/juanetudo/lanudo/lengudo/lomudo/macanudo/mantudo/melenudo/membrudo/menudo/mofletudo/molletudo/morrocotudo/morrudo/moñudo/mudo/nalgudo/narigudo/narizudo/nasudo/ojerudo/orejudo/pacienzudo/panzudo/patilludo/patudo/peliagudo/pellejudo/peludo/penachudo/puntiagudo/rodilludo/rudo/añudo/sesudo/sordomudo/tartamudo/testarudo/velludo/zancudo)