lunes, 29 de junio de 2009

Historia de un niño (para nada) precoz

Detrás de todo niño prodigio siempre hay un padre ávido de dinero. Para comprobarlo basta con repasar la historia de Shirley Temple, quien debutó en el cine a la temprana edad de tres años, y antes de los diez ya era toda una estrella de Hollywood. O también la de Ludwig Van Beethoven quien, presionado por su padre, a los siete años daba conciertos de piano y a los once ya había publicado su "9 Variaciones sobre una Marcha de Erns Christoph Dressler". Un niño extremadamente talentoso que a menudo era denominado “El nuevo Mozart”; comparación que se sustentaba en la edad en que ambos tenían cuando comenzaron a actuar en público. Acercándonos tanto en el tiempo como geográficamente, sería una omisión imperdonable no mencionar a Charly García, quien a los 5 años puso en evidencia su oído absoluto -en ocasión de una visita del legendario guitarrista Eduardo Falú a la casa de sus padres-, al señalarle que la quinta cuerda de su guitarra estaba levemente desafinada. Sin embargo, la historia de ninguno de estos niños prodigio puede siquiera atreverse a ser comparada con la de Santiago Berskit –Santiaguito- que a la tierna edad de 11 meses hizo su debut en la industria del cine pornográfico XXX.
El comienzo de esta historia no difiere demasiado del común de las de su tipo, ya que la actuación en filmes hardcore tenía notorios antecedentes en la familia: su abuelo era ni más ni menos que el mismísimo Don Luis Berskit –el fundador de Argentina Pornofilm y recordado protagonista de clásicos del género como “Los martes, papirolas”, “Mi Amsterdam querido”, “Volver (a garcharte)”, “Carne por popa”, “El gabinete del Doctor Caligarchi” y tantos otros sucesos que quedarán grabados a fuego en las retinas de los jóvenes que sábado a sábado poblaban las butacas de los cines de barrio-. Asimismo, Santiaguito tuvo un padre que también se había hecho todo un nombre en el género: Carlos Berskit, quien prosiguió con el negocio familiar y fue el que, ante la imprevista ausencia de un actor, propuso que Santiaguito tomara su lugar en la recordadísima escena del sonajero.
El resto es historia conocida. El éxito obtenido por el desempeño de Santiaguito fue tal, que no hubo pasado un mes desde ese momento para que éste ya estuviera participando –a esta altura como protagonista- en “El talco de Santiaguito”, “Santiaguito quiere un pete” (y su secuela “Petes 2”, estrenada en el mercado estadounidense como “Two Petes”), y la tetralogía que terminaría por consagrarlo integrada por: “Santiaguito toma la teta”, “La mamadera del amor”, “El biberón está caliente” y “Mamá...”.
Pero, valga la redundancia, como dicen que “quien mal anda mal acaba”, Santiaguito no resultó indemne al vértigo de la fama que terminó por hacer mella en su incipiente infancia. Fue así como a los dos años y medio fue detenido por intentar abusar de la maestra del jardín maternal al que concurría las raras veces que no se encontraba filmando, y fue destinado a un hogar para niños de donde escapó al poco tiempo. Luego de ese episodio, Santiaguito cayó en un fuerte pozo depresivo, que lo llevó a refugiarse en las drogas duras y a rodearse de malas compañías, lo que hizo que muriera a los tres años víctima de una sobredosis. Según informó el médico forense en la autopsia realizada, Santiaguito habría muerto por un paro cardíaco producido por la aspiración de leche en polvo en una dosis mortal, incluso para un adulto.
Desde aquí, vaya el recuerdo para quien en el fondo, y más allá de la tetas fáciles y los cochecitos rápidos, hasta sus últimos días siguió añorando el pasado que le habían arrebatado.