miércoles, 22 de marzo de 2006

Vittorio Gassman, il torpedieri piu sorprendenti de’ll mondo.

Reunión a la que iba Víctor, reunión en la que pasaba. Nadie había reparado en el detalle que se repetía invariablemente. Como un patrón que se sucedía tal cual una y otra vez. Quizás pasaba desapercibido porque Víctor no era el único presente en todas las juntadas, sino que iba con toda la barra. A lo mejor era porque muchas veces las damnificadas eran mujeres, y no es de caballero el andar señalando a una dama cuando suena un flato en la sala. Quizás era porque, al ser algo tan escatológico, no daba para hacer quilombo. No, está bien. Es mentira. No te voy a engañar. No era por nada de eso. Te voy a contar la posta. Aunque lo mande en cana. En realidad era porque no había motivos para acusar a nadie. Era raro, pero los pedos –siempre estruendosos-, parecían venir de cualquier lado, sin distinción de sexo, edad ni clase social. Era raro, sí, que siempre, inexorablemente, sonara la ráfaga como una salva de cañonazos honrando a los caídos en batalla. Pero nunca nadie sospechó del verdadero culpable: Víctor, a quien hoy puedo acusar, porque ya pasó mucho tiempo y nadie sabe qué se hizo de su vida. Víctor. El eterno estudiante que adquirió el particularísimo don de la ventriloquía anal.

Chottie

“¡Qué poronga! ¡Pero qué pedazo de poronga, Dios!” Eso fue lo primero que alcanzó a pensar Matilde, antes de casi desmayarse. Es que no se trataba solamente del tamaño del “tesoro” descubierto, sino de dónde había salido. Convengamos que no es cosa de todos los días que una señora grande, casi octogenaria, abra su cartuchera de maquillaje y de adentro salga de un respingo –como un jack-in-the-box- ese monumento al zodape.
Unos momentos después, un poco más repuesta del susto, Matilde lo escrutó para chequear de que no se tratara de una broma. Pero no. Era de verdad. De carne, o sea. Y no estaba embalsamado, ni muerto. No, no señor. Era raro lo que pasaba en la cartera de Matilde. Todo estaba en su lugar, salvo que, de adentro de esa cartucherita común -de esas transparentes con cierre- donde ella guardaba sus lápices de labios, delineador y rubor (ironía del destino, esto la ruborizaba y bastante) salía un pene solitario que, poniendo carita de afiche de comedor comunitario infantil que pide donaciones, la miraba con su ojo mientras lagrimeaba mendigando una caricia. Matilde, que después de todo era una vieja zorra que no se dejaba engañar ni llevar por la sensiblería barata, sabía que estaba ante una trampa. Y por eso lo acaricia y con un besito, lo saluda. Entonces el monstruo se pone de pie, expresándole su alegría y fidelidad a su nueva dueña a modo de bienvenida. Como si fuera un perrito faldero que mueve la cola festejando al dueño. Bah, eso es lo que se cuenta en el barrio. Porque Matilde nunca dijo una palabra de esto a nadie. No fuera cosa que el dueño –porque esa pija a alguien pertenecía- reclamara y ella se quedara sin juguete. Lo que ella no sabía era que estaba en su legítimo derecho de conservarlo, ya que su anterior dueño, Don Cosme Margulis, había fallecido. Sí, Don Cosme, el boticario del barrio que, durante 34 años, absolutamente todos los días y a toda hora, tuvo la farmacia abierta.
Don Cosme, quien expresó clararamente en su testamento, en un intento de resistencia ante el avance de las nuevas farmacias-supermercado, que antes de morir, trasladaran su vieja y querida farmacia para que alguien pudiera seguir atendiéndola.

miércoles, 8 de marzo de 2006

Acto seguido

A pedido del público (???), les hago entrega de la segunda y última (hasta que se me ocurran nuevas, jejejeje...) entrega de las obritas, en un intento por propinarle el "Fatality" a la inmerecida fama de humor elevado que tiene el Blogudo.

P.D.: Sé que la secuela que muchos esperan no es esta sino la del "Pajasutra", pero mientras la depiladora y la manicura no dejen de tirarse la pelota y no se pongan de acuerdo sobre a cuál de las dos les corresponde ocuparse de mi caso, no pienso hacerlo.


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martes, 7 de marzo de 2006

Lo que faltaba... Blogudo audiovisual!

Estoy harto de los que dicen que el Blogudo tiene un humor muy elevado. Tan desesperado me tiene esto, que espero que con estos chistes por fin alguien entienda que pensar eso es un gran error...
P.D.: también es mi homenaje a "Todo por x $2"... ya que estamos.


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viernes, 3 de marzo de 2006

Post #100: PRRRRRRRRR!

-Abuelo, no seas chancho.
-No te gastes, Agustín, no te escucha. Si sabés que está sordo desde hace años.
-Está bien, pero eso no le da derecho a tirarse pedos en la mesa.
-Agustín, dejalo tranquilo…
-Yo no tengo nada contra él, pero que haga un esfuerzo. Que sea considerado. No digo agradecido, pero por lo menos que de vez en cuando piense que muchos, en nuestro lugar, ya lo hubieran mandado a un geriátrico.
-Habrían, se dice, animal…
-Bueno bueno… perdón, la señorita corrección… ¿¡Qué carajo importa!? A lo que voy es que si él no se tirara tirase tirare o hubiere tirado pedos en la mesa, no hubiere pasado nada.
-Hubiese… ¿O hubiere? Hmmm… se me hizo una laguna.
-¡Ahí está! ¡Otra vez! Mientras la pelotuda de Lili se fija en conjugaciones de verbos, el anciano se recontracaga en la mesa.
-Y encima con pedos diarréicos.
-Sí, abuelo, qué pedos mojados y explícitos tiene...
-Por lo menos son sin olor…
-No lo sé. Estoy resfriado.
-Entre todos no hacemos uno, ¿eh?
-Abuelo, abuelo… ¿Qué hace? ¡Venga, no se ofenda…! ¡Abuelo!
-No grites, que es al pedo.
-Cuac.
-Se debe haber ido al baño a cag... ¡Epa! ¿Qué pasó? El viejo se fue y siguen los fuegos artificiales...
-Yo no soy.
-Yo tampoco.
-Yo menos.
-¿Y entonces quién es?
-¿Se pueden dejar de hinchar las pelotas que no escucho el partido?

Después del entredicho, la cena de los Beltrame siguió su curso. Y a pesar de que el episodio del pedo sucedió hace ya varios años, nunca pudo ser resuelto. Hoy, una charla muy parecida se sucede en lo de los Garfinkel, cuya mesa tiene esta noche el dudosísimo honor de estar engalanada con el único sifón en la historia de la soda que sesea.


P.D.: Una vez más, gracias a todos por bancar al blogudo durante estos 100 posts. Los quiero.