domingo, 19 de agosto de 2007

Uno de los días más felices de mi vida.


Hoy me tocó vivir uno de los sueños más lindos que pude haber soñado alguna vez: gané el concurso de guionistas de Les Luthiers.
Algo que, para un fanático de Les Luthiers como yo, es uno de esos sueños tan inalcanzables que uno ni se atreve a soñarlos.
Y si lo digo acá no es porque esté usando este espacio como cuaderno de comunicaciones, sino porque este blog tiene mucho que ver con el logro: porque gracias a él empecé a escribir humor hace no tanto tiempo. Porque gracias a él pude experimentar estilos. Porque gracias a él fui probando fórmulas para ver qué cosas funcionaban y qué cosas no. En definitiva, porque gracias a todos los que hacemos "Qué blogudo!!!" (ustedes leyendo y comentando y yo escribiendo para que les guste) aprendí.
Por eso, quiero compartir este orgullo y alegría increíbles con todos.
Gracias, amigos. Muchísimas gracias.

lunes, 13 de agosto de 2007

Cenicienta, un amor perro.

Había una vez un hombre muy bueno que tenía una hija muy pero muy fermosa. Dada la extrema pobreza de este hombre, su hija, al no poder recibir los cuidados médicos que necesitaba en ocasión de haber contraido una infección, su pierna engangrenóse y perdióla. Por ello el hombre decidió, en ocasión de quedarse viudo y para cuidar mejor a su hija, casarse con otra mujer adinerada, que tenía dos hijas caprichosas y muy maleducadas.

Pero un día, este hombre murió. Fue entonces cuando la madrastra y las dos hijas empezaron a tratar mal a la pequeña Cenicienta, ordenándole –a pesar de sus capacidades especiales y la mala fortuna que aquejábala- hacer los trabajos más cansados de la casa.

Una mañana, el correo del rey anuncióle al pueblo que se iba a realizar una gran fiesta en el castillo al que quedaban invitadas todas las doncellas. Era evidente que el príncipe una poca caliente encontrábase, pero esto poco importábales a las doncellas de la comarca, que ansiosas encontrábanse por disfrutar del erotismo que el poder real despertábales.

Al escuchar el mensaje, la madrastra y hermanastras de Cenicienta diéronse prisa en vestírose con elegancia para ir a la fiesta. Fue así que, cuando llegó la hora de partir para el castillo, todas marcháronse salvo la linda muchacha, que quedóse llorando. Fue en ese momento cuando apareciósele una resplandeciente hada que prometióle ayudarle.

Entonces convirtióle una calabaza en fantástico carruaje, a unos ratoncillos en blanquísimos corceles, y a una musaraña en un cochero con grandes bigotes. Luego tocóla a la joven con su varita mágica y un hermoso vestido cubrió a la muchacha al instante. Por último, convirtióle su muleta en una fermosísima prótesis de cristal.

- Puedes ir a la fiesta ahora, pero vuelve antes de la medianoche, porque entonces desaparecerá el encanto. –díjole.

Al llegar hubo un gran murmullo entre los invitados. Era tan linda que el príncipe fijóse enseguida en ella. La joven no podía creer que el príncipe pidiérale bailar con él.

Las horas pasaron rápidamente y el reloj, al fin, comenzó a tocar las doce campanadas. Al escucharlas, Cenicienta salió corriendo, perdiendo su prótesis de cristal que, por una convención literaria, no convirtióse –como sí sucedióle al resto de los elementos hechizados por el hada- en el material del cual estaba hecha originalmente.

Entonces el príncipe, prendido de tan fermosa damisela, decidió encontrar a aquella dama. Fue por esa razón que mandó a su correo que anunciase por todo el reino que se casaría con la doncella que fuera la dueña de aquella fina piernecilla de cristal.

Algunos días después pasó la comitiva real por casa de Cenicienta y fue entonces cuando viéronla a la joven sirvienta de la casa y rogáronle que se probara la prótesis. Era precisamente su medida. En aquel instante Cenicienta apareció tan linda como la noche de la fiesta.

Fue así como pocos días después la humilde Cenicienta casábase con el apuesto príncipe, quién díjole a su padre el Rey: “Si Paul Mc. Cartney lo hizo... ¿por qué yo no?”

Sin duda alguna, era el premio a la bondad de la sencilla muchacha, quien alejóse diciéndoles a sus hermanastras: “Zorras de estiércol... Chupádmela”.

Y fue así como después que el reloj diera las doce, esta fermosa fábula de Cenicienta acabóse.

Moraleja: cerré el blog, pero me pintó escribir esto igual. No me rompáis las pelotas: soy un tipo que tiene contradicciones como cualquiera. Gracias.

jueves, 9 de agosto de 2007

No sos vos, soy yo...

Como ya expliqué en uno de los tantos posts que vengo publicando y borrando últimamente, este abandono del Blogudo no se debe a ciclotimias sino a que no puedo dedicarle el tiempo que me gustaría.

¿Entonces en qué carajo estoy canalizando mi enorme capacidad de escribir pelotudeces?
Básicamente en 3 cosas: una que todavía no salió (en tele), una que viene saliendo desde hace 8 meses (también en tele pero preferiría no confesarla) y en...





Así que los que la encuentren, ¡Cómprenla! (Tengo muchos gastos, y necesito el sueldo... snif... snif...)

¡Saludos!