jueves, 20 de marzo de 2008

Al menos Don Torcuato zafó...

¿Quién? ¿Yo?



Ah... ¡entonces Podeti me mintió!


lunes, 17 de marzo de 2008

El duelo

Billy Mc. Koy es el vaquero más rápido de todo el Oeste. Tan rápido, que si Lucky Luke puede dispararle a su propia sombra, en ese mismo tiempo Billy podría masturbarla. Pero lo que Billy Mc. Koy tiene de rápido también lo tiene de sabio. Por eso, si bien él sería el único capaz de dar respuesta a muchas preguntas, dado que el pueblo entero le teme, nadie se anima a preguntarle por qué las películas de cowboys del Lejano Oeste transcurren en Texas, si Texas no está al oeste sino al sur, y justo en el medio de Estados Unidos.

Quizás el origen de este sentimiento de terror hacia él se remonte a aquella vez en la que lidió, en tan sólo 4 minutos 17 centésimas (récord mundial aún en su poder) con 10.000 indios (3.000 según cálculos de las fuerzas de seguridad) pieles roja que venían por su pellejo, furiosos porque había osado vulnerar el preciado tesoro que Azul Lavable, la hija del cacique Pluma Fuente, había reservado celosamente para ofrendarle el día de su boda a quien fuera su prometido.

Pero hoy nada de eso importa. Porque ha llegado un forastero al pueblo. Y trae en sus alforjas diez monedas de plata, un pan de mantequilla derretido, una reputación verdaderamente escalofriante y un solo objetivo: hacerle morder el polvo al mismísimo Billy Mc. Koy; ni más ni menos que el vaquero más rápido del Oeste. 

Un desafío que el forastero ha lanzado temerariamente en una nota clavada con un puñal en uno de los troncos que sostienen el techo de la galería de la taberna y dice: “En la mismísima calle principal de este pobre pueblo olvidado y moribundo, sólo habrá un hombre... y una rata cobarde y moribunda”.

Lógicamente, esta proclama no le resultó en absoluto indiferente a Billy, ya que si bien conocía la fama que precedía al forastero, nunca sospechó que éste fuera capaz de escribir una oración unimembre con tantas palabras.

Por ello, y aunque en el pueblo Billy es temido por ancianos, niños, hombres y mujeres por igual, hoy todos están de su lado, conmovidos, inquietos y preocupados por su suerte y dispuestos a dejar de lado las rencillas del pasado para alentar al crédito local. Hasta el Sheriff, quien más de una vez (dos) ha hecho público su desagrado por Billy, en esta ocasión expresó su aliento a través de unas cálidas y amistosas palabras que mandó a marcar a fuego en una pancarta de cuero que atraviesa la calle principal de lado a lado: “Billy, tú sabes que puedes contar conmigo tal como si fuera un padre... Ah, hablando de eso... Yo soy tu padre”.

Horas más tarde, cuando los primeros rayos de sol comienzan a acariciar la aridez del suelo colándose por el horizonte y dejando atrás una larga y tortuosa noche además de una muy afeminada metáfora, el forajido ya ha tomado su posición, relamiéndose por la segura deserción de su oponente, que no aparece a pesar del paso del tiempo.

Pero cuando todos los pobladores reunidos en el lugar se disponen, claramente decepcionados, a emprender el regreso a sus hogares, Billy aparece abriéndose paso entre el gentío que lo aclama como a un héroe. Entonces él, con un aire de autosuficiencia y sobrada confianza en sí mismo, observa despectivamente al retador y se sitúa en su posición. El cruce de miradas entre ambos es vibrante, tenso, penetrante, lacerante. Ambos saben que ha llegado la hora tan esperada. Por ello, el sheriff da la señal y suena un disparo que retumba, seco, entre cada recoveco del pueblo. Entonces Billy empieza a correr con todas sus fuerzas hacia la meta para confirmar en unos pocos segundos lo que todos ya saben: Billy Mc. Coy es el vaquero más rápido del Oeste. 

viernes, 14 de marzo de 2008

Villana invitada: Valeria Iglesias*



El amigo invisible

Querida Rosana:

¡Hola! ¿Cómo estás? Antes que nada quiero que sepas que nunca en mi vida me emocioné tanto como cuando vi tu nombre en el papelito que me tocó en el sorteo de los amigos invisibles. Al instante me di cuenta de que se me estaba dando una oportunidad única que de ninguna manera iba a desperdiciar. Así que aquí estoy. Sí, ya sé, un poco tarde, pero bueno. Lo que pasó fue lo siguiente…. En realidad pasaron muchas cosas que a continuación voy a contarte.

Primero pensé que mandarte la carta tipeada en computadora iría en contra del sentido del juego, ya que le quitaría la calidez personalizada de la letra manuscrita, la posibilidad de darte pistas, en fin, me pareció frío. De todos modos, mi letra me daba una vergüenza enorme, me sentía inseguro, casi infantil, por eso decidí pedirle a alguien más que escribiera por mí esta carta.

Qué mejor idea, me dije a mí mismo, que pedirle a mi propio amigo invisible que escribiera de su puño y letra las misivas. Sería confuso, lo sé, pero no sospecharías de mí tan fácilmente y así llegaría con el golpe final de la sorpresa el día que entregáramos los regalos y develáramos el misterio. El único inconveniente era saber quién era el o la amigo/a invisible que me había tocado en suerte. Al principio me sentí limitado e impotente, a punto de frustrarme. Pero enseguida recreé la emoción que sentí al leer tu nombre en ese papelito y, apoyado en ese incentivo, puse en marcha un arduo trabajo de inteligencia.

Pregunté, espié, moví cielo y tierra y, sacando a la luz unos cuantos nombres, llegué a Gutiérrez. Un poco me desilusioné de saber que él era mi amigo invisible, viste que con él no nos llevábamos lo que se dice bien, pero no fue por eso que no me animé a pedirle que escribiera las cartas. Bueno, vos estabas en la oficina en esa época, así que sabrás que al final el juego se frustró porque a dos días de comenzado ya casi todos sabían quién era quién y Fraga decidió suspenderlo.

Otra vez mi plan de seducirte por carta y pedirte matrimonio con el anillo que había comprado para entregarte el 20 de julio se desvanecía en el aire, y todo por algún que otro salame que no había podido guardar su identidad en secreto por una semana. Pero hoy estás leyendo esta carta, no hace falta entonces que te diga que a pesar de todo no me desanimé.

Pensé que ya encontraría una estrategia para que recibieras el anillo. Lo más lógico sería llegar un día más temprano, dejarlo en tu escritorio y luego ver de sacar el tema cuando nos cruzáramos en la fotocopiadora. Me daba un poco de pánico, así que lo postergaba semana a semana. Esperaba una oportunidad en que me sintiera definitivamente seguro. Quién sabe, tal vez pasaron meses. Unos cuantos. El tema es que un día me encontré un barbudo en tu escritorio. Cuando le pregunté a Fraga dónde estabas, me dijo que habías renunciado.

Claro que consideré seducir a la responsable del departamento de personal para acceder a tus datos particulares. Pero me llevó un tiempo convencerme de que la ética profesional no podía nunca representar una barrera para el amor. Otro tanto me llevó animarme. Y otro tiempo más lograrlo. Pero finalmente empecé a salir con Rita Vélez y todo se me fue haciendo cada vez más difícil de controlar. Un par de veces estuve a punto de regalarle a ella el anillo. Pero no. Aunque luego de noviar un año nos casamos, ese anillo está aún intacto, oculto en casa de mis padres, esperando su oportunidad.

Con Rita todo bien. Tuvimos una hija hermosa, Milena, y todo asemejaba la felicidad. Pero de tanto en tanto recordaba tus datos y me entristecía. Los había leído en la pantalla de Rita mientras la poseía sobre su escritorio una tarde después de hora. Nunca quise anotarlos para que no me descubrieran la prueba del delito, por eso los memoricé en el acto. Así que solía sumirme en extraños mutismos cuando, por casualidad recordaba tu dirección o tu teléfono. Y aunque Rita era prudente y nunca me acosaba preguntándome que por qué estaba frío y que por qué esto y lo otro, un día sin más me pidió el divorcio y se fue con Milena a vivir a Tierra del Fuego.

Supe que no podía postergar más lo impostergable. Pero no hace falta que te diga que te mudaste, porque eso ya lo sabés bien. El tema es, Rosana, que aunque soy un tipo paciente, a esta altura de los acontecimientos desesperé. Desesperé profundamente. Me había prometido a mí mismo no desperdiciar la oportunidad de mi vida y lo único que había hecho había sido fallarme a mí mismo por años y años.

Una ironía del destino, fijate. Los inconvenientes surgieron porque rehuí de la tecnología pretendiendo acercarte una carta manuscrita y es la tecnología la que hoy me permitió llegar a vos. Te googleé, Rosana, y descubrí que tenías un blog. De ahí saqué tu e-mail y te estoy escribiendo.

Si vos sos la Rosana que creo que sos: te amo, Rosana y quiero que seas mi esposa. Si no lo sos, te pido disculpas y como última esperanza te pido encarecidamente que publiques este mail en tu blog, a ver si un día Rosana lo lee y me escribe. Iba a esperar al 20 de julio para mandártelo, pero ya no puedo esperar más. ¡Feliz día del amigo!

Te quiere, te desea y te espera.

Juan Carlos



* http://www.eloutsider.wordpress.com/

Update:

Visiten "Absurda y efímera", para conocer más sobre la obra de la autora.

miércoles, 12 de marzo de 2008

1, 2 y 3...


"Cuando yo lo conocí, era un bebé muy copado... hasta que en un momento empezó a putañear" - dijo el de la cuna 342.

sábado, 1 de marzo de 2008

Quise zafar...

...pero al final terminé poniendo youtubes. Claro que en mi defensa puedo decir que soy parte del equipo que los escribió (en estos dos no tuve intervención, pero ya van a salir algunos en los que sí, pero al final eso no importa porque somos un equipo y blablabla...).
Como decía... acá van los dos primeros de 50 (supongo que se irán colgando a medida de que vayan saliendo al aire).

Vaca kamikaze

¡Se fue a la mielda*!


P.D.: Si los linkeo pero no los pego acá es porque, como siempre... les pido que dejen comentarios, así los de Sony nos piden más y yo tengo laburo! ¡Gracias!

*Ese chiste barato sí lo hice yo, así que no puteen a los pobres chicos que por culpa mía vieron malogrado un capítulo sensacional.