miércoles, 22 de marzo de 2006

Chottie

“¡Qué poronga! ¡Pero qué pedazo de poronga, Dios!” Eso fue lo primero que alcanzó a pensar Matilde, antes de casi desmayarse. Es que no se trataba solamente del tamaño del “tesoro” descubierto, sino de dónde había salido. Convengamos que no es cosa de todos los días que una señora grande, casi octogenaria, abra su cartuchera de maquillaje y de adentro salga de un respingo –como un jack-in-the-box- ese monumento al zodape.
Unos momentos después, un poco más repuesta del susto, Matilde lo escrutó para chequear de que no se tratara de una broma. Pero no. Era de verdad. De carne, o sea. Y no estaba embalsamado, ni muerto. No, no señor. Era raro lo que pasaba en la cartera de Matilde. Todo estaba en su lugar, salvo que, de adentro de esa cartucherita común -de esas transparentes con cierre- donde ella guardaba sus lápices de labios, delineador y rubor (ironía del destino, esto la ruborizaba y bastante) salía un pene solitario que, poniendo carita de afiche de comedor comunitario infantil que pide donaciones, la miraba con su ojo mientras lagrimeaba mendigando una caricia. Matilde, que después de todo era una vieja zorra que no se dejaba engañar ni llevar por la sensiblería barata, sabía que estaba ante una trampa. Y por eso lo acaricia y con un besito, lo saluda. Entonces el monstruo se pone de pie, expresándole su alegría y fidelidad a su nueva dueña a modo de bienvenida. Como si fuera un perrito faldero que mueve la cola festejando al dueño. Bah, eso es lo que se cuenta en el barrio. Porque Matilde nunca dijo una palabra de esto a nadie. No fuera cosa que el dueño –porque esa pija a alguien pertenecía- reclamara y ella se quedara sin juguete. Lo que ella no sabía era que estaba en su legítimo derecho de conservarlo, ya que su anterior dueño, Don Cosme Margulis, había fallecido. Sí, Don Cosme, el boticario del barrio que, durante 34 años, absolutamente todos los días y a toda hora, tuvo la farmacia abierta.
Don Cosme, quien expresó clararamente en su testamento, en un intento de resistencia ante el avance de las nuevas farmacias-supermercado, que antes de morir, trasladaran su vieja y querida farmacia para que alguien pudiera seguir atendiéndola.

5 comentarios:

Noe dijo...

Ves, esas cosas en un Farmacity no te pasan...
Bien por Cosme y Matilde.
Besos!

Cruella De Vil dijo...

Que lo parió!
Y pensar que una lo único que encuentra en su cartera son pelotudeces tan variadas como inútiles.
A mi no me jodan, la justicia divina no existe!
Mecacho!
>=(

la enmascarada dijo...

Yo no desespero, la cartera de una mujer puede llegar a albergar las cosas más inesperadas (a veces para bien)

Noe dijo...

Maldición, ya mismo dejo de usar carteras chiquitas!

Anónimo dijo...

Será la primera mujer que se maquille en el colectivo sin necesidad de espejito.

A menos que le guste...
Un minuto, ya vengo, voy al baño.

Volví. Me acordé de "octogenaria".